Ir al contenido principal

¡NO QUIERO SER UN MENTIROSO!



Primer carta del apóstol san Juan 2, 3-11
Lucas 2, 22-35

Se acerca el fin de este año; es una oportunidad de evaluar mi vida como cristiano y preguntarme si me falta afinar algo en mi testimonio.

Es tan fácil decir que creo en ti, Señor. Lo que ya no es tan fácil es hacer que, con mi vida, los demás crean en ti. No son pocas veces en que mi testimonio hiere, aleja y deja mucho que desear. Me conformo con 'estar' en misa, con 'estar' en la oración, con 'estar' en la pastoral, pero no me animo a 'ser' Eucaristía, a 'ser' oración, a 'ser' testimonio.

Hoy quiero poner en mi corazón a aquellos con quienes he tenido diferencias, a aquellos que me han herido, a los que yo he lastimado, a aquellos por quienes siento rencor u odio. No puedo seguir así Señor, no puedo seguir mintiendo diciendo que te pertenezco y odiando a mis hermanos.

Ilumina mi corazón, sana esas heridas y ábreme a la experiencia de reencontrarme con mis hermanos.

Comentarios

  1. que fuerte reflexión, gracias Pedro por hacernos entrar en conciencia

    ResponderEliminar
  2. Gracias Peter por todas estas lecturas y haremos el esfuerzo por ponerlas en práctica:-)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.