Ir al contenido principal

DIVERSIDAD, UNIDAD Y COMPASIÓN




¡Cuántos son nuestros esfuerzos para relacionarnos contigo, Señor! Pocos o muchos, ellos van marcando nuestro camino en la fe, en la esperanza y en la caridad. Hay algunos que dan pasos muy significativos y abren sus ojos a la realidad que Tú anhelas para nosotros. Otros tantos nos demoramos un poco más, en ocasiones incluso retrocedemos, pero no nos gana el desánimo.

Lo que quiero que mi corazón entienda hoy es que para llegar hasta Ti has enriquecido mi vida con hermanos, todos ellos diferentes, con historias peculiares, en las que Tú te has manifestado de una u otra manera para que te puedan experimentar.

A pesar de la diversidad en historias y experiencias, nos une ese anhelo que nace en tu Corazón: hacer y ser común-unión (comunión), ayudarnos unos a otros, cuidarnos unos a otros, sanarnos unos a otros, darnos consejos unos a otros, perdonarnos unos a otros, enseñarnos unos a otros y guiarnos unos a otros hacia ti con un paso firme y seguro.

La unidad en tu amor, Señor, no hace fuertes, nos hace hermanos, nos hace Iglesia, nos hace un divino anhelo hecho realidad. La pasión por esta meta ha de ser compartida, el sentir también, la alegría, la esperanza, el amor, pero también la tristeza, el dolor, el sufrimiento. No podemos lograrlo si nos volvemos fríos e indiferentes ante la necesidad del que está sufriendo, del que está muriendo.

Que sople tu Espíritu, hoy más que nunca, en todos nuestros corazones y que la compasión suscite en nosotros el deseo de sanar heridas, discordias, enojos y odios que hacen sangrar tu Cuerpo, que hacen doler a tu Iglesia.


Fray Pedro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.