Ir al contenido principal

¿A QUÉ SABE EL CIELO?




Como en una pizca de sal, Señor, has pensado nuestras vidas. Desde que nos anhelaste has puesto en nuestro corazón una hermosa semilla de sabor a Ti para ponerlo como ingrediente a las realidades en donde vivimos y crecemos, y para que juntos podamos probar pedacitos de Cielo que nos hagan felices desde ahora.

Sin embargo, crecemos y la vida va cambiando nuestros corazones. Las cosas son más difíciles y ese sabor a Cielo se nos olvida. Inmersos en las complejidades de nuestras historias nos empalagamos de orgullo, de seguridades ficticias, de carcajadas vacías, de incompasiones que matan.

Ayúdanos, Señor, a recuperar ese sabor a Cielo y compartirlo con los demás sin importar lo difícil que se vea poder lograrlo. Aunque sepa a pobreza, pero que sea para no esclavizarnos a nada; aunque sepa a hambre, pero de una justicia que brillará en el amor; aunque sepa a lágrimas, pero con una esperanza firme y una fe que nos haga compasivos; aunque sepa a odio, exclusión, insultos y desprecios, pero sin perderte a Ti como nuestro consuelo seguro. Sólo así viviremos felices dando sabor al mundo, dando sabor de Ti.


Fray Pedro

Comentarios

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.