Si no tuviera fe en ti, Señor, y no confiara en tu gran misericordia estaría hundido en mis culpas y miedos. Nadie es perfecto frente a ti y yo también reconozco mi pecado, aquél en el que decidí vivir alejándome de ti, el que provocó heridas a quienes menos quería lastimar, el que trajo a mí un vacío y un sinsentido aterrador.
Desde ese pecado Tú me levantaste, Señor, me amaste y sanaste la herida que yo provoqué en mí mismo. Me llenaste tanto de Ti que al recordar aquel error me mueve ya no a culparme sino a amar más.
Enséñame a transpirar el perfume de tu perdón, con el que Tú ungiste y sanaste mi corazón. Déjame ser ahora yo quien unja a mi hermano, al que más lo necesita para que, experimentando juntos tu misericordia, dejemos de ver nuestro pecado como sentencia de muerte convirtiéndolo, con el arrepentimiento, en oportunidad de vida en la compasión, la humildad y el amor.
Fray Pedro
Muchas gracias Fray. Bonita reflexión.
ResponderEliminar