Ir al contenido principal

EL CIELO ESTÁ CERCA


NO HAGAMOS ESPERAR AL CIELO



Hablar del Cielo es referirse a lo que predicaba Jesús, con su Palabra y con su vida. Hablar del Cielo es hablar de aquella realidad donde uno se deja envolver por un ambiente que te hace experimentar el gozo, el perdón, la reconciliación, la esperanza, la confianza, el amor.

Los valores de este Cielo son aquellos que hacen al ser humano libre y le dan a éste la oportunidad de hacer libres a los demás. No hay Cielo donde se cuidan unos de otros, ni tampoco donde se reza mucho en la indiferencia y falta de compasión. No se construye el Cielo donde hay injusticias, mentiras, robos, desprecios y maltratos.

Creo que todos hemos probado de ese Cielo y ¡nos ha gustado! Despertemos de ese sueño que nos deja quietos y vayamos a anunciar que podemos vivirlo, en el hogar, en el trabajo, en la calle, en el transporte. Falta que nos decidamos y queramos vivirlo también.

Fray Pedro.

Comentarios

  1. Así sea. Con tu ayuda P@dre bueno. Guía nuestros pasos y en el caminar ve mostrandonos ese cielo del que tú hablas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En mi oración estás Marlene para que no dejes de ver ese Cielo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.