Ir al contenido principal

CON SÓLO TOCARTE ME LEVANTARÉ




SI QUIERO, SANARÉ 
Marcos 5, 21-43


Hoy quiero encontrarte, Señor, deseoso de tocar tu manto para sanar. Quiero vencer el miedo y la vergüenza que puede causar mi enfermedad. Enfermedad que me postra cual cadáver y me separa de la gente que amo. Enfermedad que no llevo en la piel sino en el alma y que me impide vivir tu salvación.

Por fin te veo. Pareciera que soy yo quien finalmente te encuentra pero eres tú quien se deja encontrar por mí. Tengo fe que, con sólo tocar la punta de tu manto, sanaré. Ya no quiero estar enfermo, ya no quiero padecer esto que me quita La Paz, ya no quiero vivir indiferente a mis hermanos. Me decido y te toco.

Siento como tu fuerza me invade, siento como tu gracia recorre mi ser, como recobro la Vida y vuelvo a sonreír, vuelve a tener sentido mi vida. Me levantas de la muerte para alimentarme de ti, Señor. 

Hoy me siento feliz pero sé que soy imperfecto, que tal vez vuelva a postrarme. Pero sé también que nunca te ocultarás de mí y que cada vez que te busque estarás ahí con una sentencia en tu boca que animará mi corazón: "a ti te lo digo, levántate".

Fray Pedro.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.