¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida…! es el grito que muchos hacemos cuando el dolor nos embargar y no encontramos sentido de vivir, cuando cerramos nuestra sensibilidad a Dios y aseguramos que ya no nos escucha, cuando el tedio de la vida nos hace simplemente recostarnos y entrar en un sueño de desesperanza y oscuridad.
¡No hagas caso de mis palabras, Señor! Pronúnciate desde mi corazón y grita a mi alma: "Levántate, come". Y me levantaré de ese sueño y me alimentaré de ti, de tu amor, de tu consuelo, de tu salvación, para seguir caminando hasta cuarenta días y cuarenta noches, es decir lo necesario, con el fin de llegar al monte donde tú estás y convencerme que tu Ángel nunca me dejó solo.
Fray Pedro
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