Cuando te predico, Señor, tengo el riesgo de hacerlo sólo con palabras bonitas. Creo que para predicarte tengo que revisar mi vida y mi proceder.
Predicarte es ser y vivir como tú lo hiciste, no hay vuelta de hoja. Claro, es difícil salir de mis seguridades y comodidades; muchas veces prefiero quedarme con el mínimo esfuerzo y liberarme de problemas con los demás.
Hoy quiero preguntarme si quiero realmente ser tu discípulo. Si las incomodidades no me importan te seguiré, de lo contrario seguiré siendo cristiano de buena intension y cuestionable acción.
Comentarios
Publicar un comentario