Ir al contenido principal

ACALLA MIS DEMONIOS Y SÁCALOS DE MÍ



Evangelio según san Marcos 1, 21-28
Señor, estoy convencido que tu Reino se puede vivir desde aquí y ahora. El Cielo no debería considerarlo el 'premio' que recibiré por portarme bien, sino la realidad que puedo proveer desde mi más sincero anhelo a ser feliz y hacer felices a los demás; anhelo que tú has puesto en mi corazón, Señor, y realidad que será plena cuando esté en tu presencia.

Cuánto me pesa darme cuenta que yo mismo me quito la posibilidad de gozar de ese Cielo. Cuánto me apena saberme responsable de arrebatárselo a muchos de mis hermanos. Es mi envidia, mi orgullo, mi soberbia, mi odio, mi egocentrismo, el miedo, la indiferencia, demonios que tengo que vencer en mí pues son los que me privan de gozar tu Reino.

No basta hacerme presente en tu templo, no basta teoría y conocimiento, no bastan rezos y ritualismo, necesito tu voz que grite en mi interior: ¡Cállate y sal de él! para que pueda vencer esos demonios y deje de arruinarme la vida y deje de arruinársela a los demás, haciendo posible tu Reino, tu Cielo, desde hoy y desde aquí.

¡Quiero ser feliz, Señor!

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.