Evangelio según san Marcos 4, 1-20 Reconozco, Señor, tu generosidad que se traduce en bendiciones para mi vida día con día. Tú no te fijas en mi condición, debilidad, fragilidad e indiferencia, sino que confías en mí y me llenas de tu amor y de tu presencia, así como el sembrador que, aunque sabía que lanzaba semillas donde no habría fruto, lleno de esperanza esparcía su deseo de ver vida por doquier. Y si de tierra hablamos, hoy quiero ser sincero conmigo mismo y ver la tierra de la que estoy hecho. ¿Qué tierra tiene mi corazón? Es un verdadero ejercicio de humildad aceptar mi lodo, mi tierra, mi barro. Sé que a diario lanzas la semilla de tu Palabra a mi tierra con la esperanza de que dé fruto. Tú me conoces perfectamente y aún así no dejas de bendecirme con tu Palabra. ¡Cuánta semilla tuya he desperdiciado y dejado morir, todo por mis miedos, cobardías, egocentrismo y mediocridad! Ayúdame a quitar tantas piedras y espinas que ahogan tu Palabra; enséñame a regar con tu Amor ...