Ir al contenido principal

¿CÓMO PREDICO TU REINO?



Evangelio según san Marco 6,7-13
Hoy Señor, quiero detenerme un poco y sentirme partícipe de ese anhelo que tú tienes para toda la humanidad; ser colaborador en tu proyecto de Salvación es una bendición. No es fácil ser consciente de esta realidad divina que tú pones a nuestro alcance.

Los días y sus problemas, las prisas, las deudas, las decepciones y mis pocas ganas de verme feliz oscurecen la alegría de luchar por seguir construyendo tu Reino en mis contextos. Me callo las injusticias, miento por miedo, soy indiferente ante el sufrimiento, cierro mi corazón con la incredulidad y la frialdad. Hoy quiero superar mis actitudes negativas que no construyen Cielo sino que me dejan vacíos que apagan mi corazón.

Haz que sople tu Espíritu Señor en mi interior, hazme vibrar ante tu mandato de ir a predicar y concédeme ser signo de tu presencia para mis hermanos, sanando tristezas y heridas, liberando de miedos y mediocridad, perdonando aunque parezca difícil, animando vidas y corazones, abriendo los ojos para que te puedan ver y los oídos para que puedan escucharte. Concédeme ser, Señor, como Tú y no permitas que olvide mi misión de predicar el Reino de tu Padre con toda mi vida y mi ser.

Comentarios

Entradas populares de este blog

YA NO TE ODIO HERMANO

Primera carta del apóstol san Juan 3, 11-21 Señor, mi conciencia muchas veces me reclama la incoherencia en la que vivo y la mentira en la que me convierto cuando digo amar a mi hermano y no lo demuestro con mis acciones. Amar va más allá de expresar palabras bellas y deseos hermosos. Amar implica romperse uno mismo para dejar que, de verdad, el otro habite en mi corazón. Sólo en la verdad se puede amar. El odio me convierte en cómplice de muerte y homicida. Te pido, Señor, me enseñes a amar. Pongo mi corazón en tus manos para que me sanes del odio y así, sin el reclamo de mi conciencia, pueda gozar de vivir la confianza puesta en ti.

VASIJAS DE BARRO Y CÁLICES DE AMOR

CRISTIANOS HUMILDES Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU 2 Corintios 4, 7-15 Mateo 20, 20-28 Cuando predico no dejo de insistir en la misión que tenemos como Iglesia. No es misión reservada para los consagrados sino que se abre y dirige a todo aquel que se dice ser "cristiano". No es misión de caricatura sino de convicción y acción. ¿A qué misión me refiero? A la misma de nuestro Maestro, Jesús de Nazaret: predicar el Reino de Dios, Reino de amor, de perdón, de reconciliación, de solidaridad, de alegría y salvación. Reino en el que todos somos hermanos y vemos unos por otros. ¿Fácil? Nunca lo ha sido. Por eso siempre consideremos el barro del que estamos hechos. Meditemos desde la humildad lo que la Gracias nos permite lograr cuando la dejamos actuar en nosotros. Somos imperfectos y lo que es perfecto es lo que llevamos dentro y nos mueve a ser signos del Reino de Dios, signos del Amor. Fray Pedro

UNA RELIGIÓN MEDIOCRE

Del Evangelio según san Marcos 2, 23-28 Señor, si lograra entender la dinámica del amor a la que tú me invitas, estoy seguro que podría gozar de una alegría más constante y verdadera. Pero no alcanzo a ser consciente de esa realidad que pones al alcance de mi mano y corazón. Me gusta ostentar que te conozco, que conozco tus leyes y que las cumplo, pero mi expresión a mis hermanos dice todo lo contrario. Creo, Señor, que profeso una fe a medias, que soy un cristiano a medias, que vivo una religión a medias, porque prefiero fijar mi mirada al cielo cuando hay quienes ruegan que me agache de mi orgullo y soberbia para escucharlos y ayudarlos, para darles credibilidad, compasión y un poco de ti. No quiero ser un cristiano a medias. ¡Quítame, Señor, la mediocridad! y ayúdame a vivir lo que creo, lo que profeso y lo que digo conocer de ti.