Evangelio según san Marcos 7, 31-37
La sordera y la mudez no son sólo lesiones que me incapacitan para comunicarme con los demás, también son lesiones del corazón que me cierran e impiden vivir tu Salvación.
Soy sordo cuando no quiero escuchar al hermano que me ofrece disculpas o a aquél que me necesita, cuando no quiero escuchar tu Palabra, cuando no quiero escucharme a mí mismo. Cierro mi corazón y me encierro en un silencio destructivo que me aleja de la experiencia de estar contigo y con los demás.
Soy mudo cuando prefiero callar las injusticias, cuando opto por no decir la verdad en perjuicio de mi hermano, cuando me guardo un "te amo", un "perdóname". Soy mudo cuando me trago todo y no digo nada fraguando un cáncer espiritual que terminará por apagarme en la tristeza y desesperación.
¡Ábreme Señor! Toca mis oídos y mi boca para abrir mi corazón y sanarlo, para dejar que mis hermanos entren en él, para escuchar los latidos de sus corazones y contemplarte juntos en el amor, la fe y la esperanza.
Comentarios
Publicar un comentario