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Mostrando entradas de diciembre, 2018

DEJEMOS EL LUTO DE NUESTRA APATÍA

Vivir adviento es oportunidad de vivir resurrección, vida, salvación, liberación. No es posible que tengamos estos momentos en nuestro caminar de fe y los desperdiciemos viviendo en el luto de nuestra tristeza, de nuestro miedo absurdo. No podemos ignorar que el Señor ha mandado rebajar todo monte de altanería, de orgullo, de soberbia; y ha mandado rellenar también todos los barrancos de culpas, de miedos, de tristezas, de baja autoestima, de desesperanza, de vergüenza. Aprovechemos pues que lo único que tenemos que hacer es bajar nuestra mirada de las nubes y dirigirla a los corazones de nuestros hermanos, ahí donde nace el Señor. Y también debemos levantarnos de nuestras miserias, de nuestras caídas, porque el Señor quiere que caminemos con Él, no quiere que vivamos siempre con el peso de la culpa. No somos esclavos sino hijos libres guiados por la Gracia. No seamos apáticos sino empaticemos con la ternura del Niño que esperamos.

NO SEAMOS CIEGOS

La ceguera no sólo es física sino espiritual. Nos gusta mirar pero no sabemos mirarnos. ¡Cuánto daño hacemos cuando no sabemos mirar! Es sólo a través del saber mirar que experimentamos el respeto a los demás, es sólo mirándonos a nosotros mismos que aprendemos a vivir misericordia desde el reconocimiento de nuestras propias miserias. Si esta Navidad no sabemos mirar, perderemos la oportunidad de preparar el corazón y se nos irá la oportunidad de hacerlo por estar mirando cosas que no son relevantes y son, además, ajenas a las experiencias verdaderas de Navidad: amor, reconciliación, perdón, unión, comprensión, liberación y salvación.