En el Evangelio, Jesús nos invita a amar a nuestros enemigos. Sin embargo esta invitación choca con todos nuestro esquemas. Es realmente difícil concebir que voy a amar a quien me hace daño. Aún más, en una sociedad como la nuestra, donde abunda la violencia, la injusticia y la maldad, creo que es complicado hablar en la tonalidad en la que lo hace Jesús.
Entonces ¡ser cristiano es más que portarse bien!
Si bien es cierto que Jesús pide algo que parece absurdo en nuestros días, también lo es el hecho que Él sabe por qué lo pide: porque se puede lograr. Es capaz de llegar a esta actitud solamente el que escucha la Palabra, que resuena en el interior de cada uno de nosotros y que es, en la mayoría de los casos, opacada por tanto ruido externo e interno. Creemos saber mucho y con ello nos sentimos capaces y dueños de todo: ¡vanidad de vanidades!, como lo dice el libro de Eclesiastés (12,8).
Si tan sólo cambiáramos esa vanidad por el "amor", nuestra vida estaría motivada a tener los mismos sentimientos que Jesús. Viviríamos expresando nuestra propia experiencia de Dios que, como lo dice un dominico francés, Yves Congar, nos habilita para percibir su realidad divina y dejarnos arrastrar por Él en una común-unión, en una amistad, en una presencia que se hace visible a través de signos y en los efectos de paz, gozo, consuelo, etc. Y no nos referimos tanto a una experiencia mística, la cual no se descarta, sino a la experiencia del mismo Dios en lo ordinario de nuestras vidas: en la oración, en los sacramentos, en la vida de la Iglesia, en la relación con nuestro prójimo, a quien habremos de tratar con misericordia.
Es pues en clave de misericordia como estamos invitados a vivir siendo cristianos. Sí, es difícil e inclusive provoca que la piel cruja en ocasiones, pero es precisamente esta clave la que nos permite vivir y hacer para el 'otro'.
Es pues en clave de misericordia como estamos invitados a vivir siendo cristianos. Sí, es difícil e inclusive provoca que la piel cruja en ocasiones, pero es precisamente esta clave la que nos permite vivir y hacer para el 'otro'.
Tenemos pues la invitación al Amor, a la escucha y a ser conscientes de nuestras experiencias teologales que dan sentido a nuestra vida y a nuestro ser cristianos.
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