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NO ES TAN FÁCIL CREERLE A JESÚS


Es sencillo «creer en Jesús»,
lo difícil es «creerle a Jesús»

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo creer? A caso son nuestras expectativas demasiado altas las que nos impiden ver lo sencillo y valioso. O serán nuestros prejuicios, consecuencia de lo que nos ha pasado en la vida. No será a caso nuestro orgullo que nos ciega ante la verdad.
«La Fe que nos lleva a creerle a Jesús exige encuentro, escucha y renovación»
El evangelio del día de hoy nos muestra precisamente un encuentro entre Jesús y los judíos que siguen sin entender al Maestro.
Ante la necedad de estas personas, Jesús vuelve a insistir con urgencia en una conversión. ¡Abran sus ojos! y con ello sus corazones.
Jesús nos advierte hoy a todos de un pecado con el que podemos arriesgar nuestra propia salvación. Ese pecado es el negarse a creer en Jesús: la incredulidad. Con ésta no podemos pensar en una sincera conversión ni mucho menos en una vida que sea realmente motivo de alegría. No son pocos los hermanos que viven en la desesperanza, en la frustración, en el miedo, en la soledad, y todo por no creer y también porque no hay nadie que les enseñe a creer.
Somos de este mundo, hermanos: Jesús se los dice a los Judíos (y a Nicodemo en otro pasaje). Y para experimentar esta Fe en la que insiste tanto el Señor, es necesario arriesgarnos a renacer, arriesgarnos a desaprender y cambiar nuestra lógica a la de un Dios que nos ama, nos perdona, que propicia y «está» presente; olvidándonos de aquel otro dios que castiga, que prueba, que manipula.
Pero, ¿cómo hacer esto? Jesús nos reclama: «Esto es lo que les estoy diciendo desde el principio» y parece que no hemos entendido. Y si pasa así es porque no hemos sabido “escuchar-Lo”, no hemos sabido darle cabida a su Palabra en nuestro interior. Es falta de ese audire, ob-audire, obediencia, traducida en fidelidad. No hemos sabido ser files al Señor, preferimos nuestros planes, nuestros gustos, nuestras prioridades, olvidándonos de Dios en los otros, en mi comunidad, en mi familia.
Sólo hasta que caigamos en la cuenta de la entrega de Cristo, en el amor y en la plena confianza a su Abbá, alzaremos nuestra mirada para ver nuestra curación y seremos capaces de bajar nuestra mirada para ver al hermano que también la necesita.
Esforcémonos pues hermanos en nuestra muy personal cuaresma para que el trabajo que realicemos de interiorización sincera y humilde, en compañía del Señor, nos brinde frutos de salvación en la conversión, la Fe y al amor.
Fr. Pedro Barrera Silva, O.P.  
Num 21, 4-9; Sal 102; Jn 8, 21-30.

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